Regreso a INTERLAKEN Sundlauenen

 Entre dragones, leyendas y hojas doradas

Después de 35 años, he regresado a este rincón encantado de Suiza: Sundlauenen, a orillas del lago Thun. Salí desde la Patagonia Argentina con el corazón abierto a los reencuentros, los paisajes y las historias que aún viven en estos senderos.

Ayer emprendí una caminata hacia las cuevas de St. Beatus-Höhlen, un lugar envuelto en leyenda. El trayecto comenzó con un trekking de media hora bordeando el lago. El aroma de la tierra mojada después de una suave llovizna que apenas moja se dejaba sentir. Mientras al otro lado Interlaken se desplegaba como una postal viva: veleros flotando en calma, amarrados en la orilla, casas de verano con sus puertas y ventanas cerradas, y el aire fresco de octubre acariciando mi rostro y mis sentidos.



El sendero que conduce a la entrada de la cueva es estrecho y serpenteante, se podía ver el lago  a través de los árboles, rodeado de vegetación otoñal. Se podía escuchar las campanitas de las vacas y chivas como pegadas en el desnivel de las montañas. Marianne y Bäri, antiguos pobladores del lugar, miembros de la comisión de Sundlauenen, me regalaron una entrada. Al llegar, me envolvió la magia del lugar: la historia de St. Beatus, un monje de Inglaterra  que se instaló aquí 112 A.D. y cuya leyenda dio origen al mito del dragón. La cueva parece sacada de un cuento infantil, con sus pasadizos húmedos, sonidos del agua que corre por el interior, sus estalactitas y ecos misteriosos.


Franz, el hijo mayor de mis amigos estará trabajando en el restaurante de la cueva de dragones, "Stein und Sein" . Allí se puede pedir un brunch o cenar algo mientras contemplas el lago a través de enormes arcadas, y observar el hilo de agua que cae desde lo alto, como si descendiera de un castillo empotrado, casi  escondido entre las rocas de la montaña.




En ese espacio de ensueño conocí a una familia de Orange, Francia con dos niños que estaban embelesados observando las estalactitas. Allí conocí a Carina, una argentina que viajaba con un belga y una japonesa, con quien intercambiamos teléfonos. Y a un amable visitante indio que se ofreció a tomarme una fotografía con el hermoso Castillo de fondo. Mi pensamientos me llevaron a la película " Juego de Tronos" con Emilia Clack, Daeneris, la reina de los dragones. Fue claramente un cruce de caminos, de culturas, de momentos compartidos.

Al descender por el mismo sendero, el silencio me acompañó. Las hojas doradas y ocres vestían el camino como alfombra de otoño.



 Ya de vuelta en la orilla del lago de Thun, el atardecer se reflejaba en el agua como un espejo de fuego. Un fuerte impulso interior me llevo a capturar esos instantes de luces y sombras.  La idea de compartir estás fotografías se fue instalando en mi mente, también bb mi próximo examen de fotografía de la escuela de cine para fines de este año a mi regreso a Argentina.

Este viaje no es solo un recorrido físico, sino un reencuentro con vínculos preciados: Marianne, Bäri, y sus hijos.


Y mis amigos en Zurich : Yvonne y Alois. 

Para la semana próxima planificamos ir a Lauterbrunnen en los Alpes, dónde disfrute vivir en 1990  en casa de la familia Graf, con Grety y Adolfo que llenaron mi alma de cotidianidades con sus costumbres suizas, mientras yo trabajaba en Interlaken. 
Cada paso aquí es una página que se escribe sola, como si el paisaje supiera que hay muchas historias que contar.

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